By Andrew Paxman and Claudia Fernández
I'll repeat it again; a biography is not only the subject's story, but also, the story of the historical context (let's allow ourselves the benefit of redundancy) in which that person lived.
And that's precisely "El Tigre"; the story of Mexico after the second half of the XX Century, viewed by the lens of the most powerful organization in the country; Televisa.
Here in this book, you'll find a latticework of deals and agreements between the powers and elite, that shaped modern Mexico. And I'll be totally subjective with my final conclusion (That's the end, anyway); Emilio Azcarraga influenced and shaped the identity of the contemporary Mexican.
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My Rating: 8 / 10
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And that's precisely "El Tigre"; the story of Mexico after the second half of the XX Century, viewed by the lens of the most powerful organization in the country; Televisa.
Here in this book, you'll find a latticework of deals and agreements between the powers and elite, that shaped modern Mexico. And I'll be totally subjective with my final conclusion (That's the end, anyway); Emilio Azcarraga influenced and shaped the identity of the contemporary Mexican.
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Más que pasar tiempo leyendo sobre un asunto, Azcárraga prefería buscar expertos, bombardearlos con preguntas y entonces tomar una decisión rápida.
Cuando el jefe te llamaba “pendejo” o “cabrón” o “medio maricón”, significaba que eras uno de los suyos, que le caías bien y que confiaba en ti. Si no le agradabas, te hablaba de “usted”
Ser percibido como un tigre inmisericorde, de sangre fría, le ayudaba a intimidar a los empresarios antes de sentarse con ellos a la mesa para negociar y, como consecuencia, la gente frecuentemente salía de esas reuniones aún más impresionada por su encanto personal.
Pese a haber sido el hijo caprichoso de un prominente hombre de negocios, que se creía destinado a ser mediocre, acabó con todas esas predicciones al convertirse en un hombre aún más rico y poderoso que su propio padre.
“Es de los pocos herederos que derrotaron el fatalismo del júnior. De los pocos que desarrollaron y ampliaron la herencia porque, en general, tienden a empobrecerla"
La pregunta que surge, sin embargo, es si la asombrosa expansión de su empresa fue resultado de su visión y su afinado olfato para los negocios, o si lo logró en vista de la ausencia de una competencia local y, en general, de las circunstancias favorables en las que se desarrolló y que fueron otorgadas por el sistema.
No le gustaba que le dieran las gracias, y menos cuando el agradecimiento era emotivo, porque lo desconcertaba totalmente.
Generalmente era un príncipe entre los hombres, pero cuando le convenía era un hombre del pueblo.
La verdad es que detrás de esa fachada había un hombre muy reservado que evitaba las entrevistas formales —con excepciones ocasionales a medios estadounidenses— y casi nunca hablaba de sus sentimientos, ni con sus amigos.
Fascinaba, atraía casi a todos los que lo conocían por primera vez.
Como le gustaba decir a sus ejecutivos: “Un auténtico empresario siempre tiene más proyectos que dinero"
Desde su monárquica percepción del mundo la supervisión diaria era cosa de los subalternos. Él estaba —o así lo sentía— muy ocupado diseñando nuevos negocios como para mantenerse estrechamente involucrado en las minucias de la construcción del estadio.
Azcárraga sabía no sólo lo que unas frases personales significaban para ciertos empleados, sino lo efectivas que resultaban si se pronunciaban rara vez pero con él.
Es fácil para los ricos dar cosas materiales, pero es muy difícil que cedan parte de su tiempo; Azcárraga daba ambas cosas. Con frecuencia estaba dispuesto a escuchar y a condolerse cuando sus empleados sufrían alguna crisis personal.
Aunque no hay duda de que era hombre del sistema, Azcárraga nunca le hizo la corte a los funcionarios. Hablaba con los presidentes de tú a tú y sus asuntos los trataba con la primera línea del gabinete, no con ceremonia ni reverencia, sino como si estuviera cerrando un negocio más con algún socio o cliente, y en cierta medida así era: Televisa servía al sistema y el sistema servía a Televisa.
La empresa de Emilio Azcárraga ha sido la principal influencia en las actitudes culturales, políticas y económicas de la mayoría de la población mexicana.
¿Tuvo algún otro mexicano mayor influencia en la sociedad, la política y la cultura de su país en la segunda mitad del siglo XX? Hasta ahora la evidencia muestra que no.
Pero la espinita de saber que los estadounidenses consideraban a México como un país atrasado siempre lo acompañó. Se consolaba al pensar que si se le daba la oportunidad, un mexicano podía tener éxito en el mundo real —el mundo de los negocios— igual que cualquier estadounidense; su padre era una prueba de eso, y algún día él también lo sería.
Cuarenta años después de la muerte de Gina, Emilio opinaría que la pasión era lo más poderoso que existía, pero no creía en la felicidad; la felicidad va y viene, diría.
Éste fue, entonces, el ambiente en el que Emilio Jr. fue educado como hombre de negocios: una empresa que podía determinar libremente los precios a sus anunciantes y las condiciones laborales de los empleados (con el apoyo de un sindicato “blanco”), que disfrutaba de una ventajosa relación con el gobierno, que probablemente enfrentó menos barreras para su crecimiento a nivel nacional que cualquier otro grupo en su ramo en el mundo y, finalmente, que consideraba la competencia como propicia para inducir pérdidas. En otras palabras, Azcárraga Milmo fue preparado desde muy joven para ser un monopolista.
Don Emilio pensaba que la única forma en que su hijo maduraría, sería si empleaba más energía detrás del escritorio y menos en bares y alcobas.
Una ocasión, don Emilio explicó esta estricta actitud a un amigo: “A mi hijo le exijo mucho por dos razones: porque es Emilio y porque es Azcárraga”
Ese mismo año, junto con 20 jóvenes de familias adineradas, Emilio y Othón se convirtieron en miembros fundadores del Club de los 22. Por iniciativa de Miguel Alemán Velasco, los miembros (14 de los cuales acompañaban su apellido con el sufijo “Jr.”) firmaron un acuerdo para definir el club como “una unión moral de amistad que el día de mañana servirá para que todo este Grupo de Amigos triunfe en la vida
La mayoría de los amigos de Emilio Jr. tenían con él una relación de negocios.
La solución al reto fue la telenovela. Este formato tenía poco que ver con los teleteatros; en la mayoría de los casos, su contenido y su estilo no se relacionaban con obras literarias. Más bien, la telenovela surgió de la radio, específicamente de la radio cubana de los años treinta y cuarenta. Las radionovelas adoptaron el estilo melodramático de los novelistas del siglo XIX, como Charles Dickens y Honoré de Balzac, y de las radionovelas estadounidenses de los años treinta, creadas por grandes empresas para promover sus productos.
Hay registros de que las radionovelas eran populares entre los propietarios de las tabacaleras cubanas, quienes se dieron cuenta de que estas historias eran un instrumento para mantener contentos a sus empleados mientras trabajaban. Naturalmente, el formato de cinco días a la semana de las novelas aseguraba que los trabajadores, muy pobres para tener un aparato de radio propio, no quisieran faltar a la fábrica ni un día
Las Cenicientas de televisión generalmente vivían en la pobreza sólo los primeros episodios; los Azcárraga pensaban que los pobres no prendían el televisor para verse reflejados en él.
México era —y sigue siendo—un semillero natural para el darwinismo social, debido a las tensiones surgidas de la herencia española e indígena del pasado.
Entonces Emilio hizo algo que se convertiría en un sello de su estilo: contratar al mejor hombre disponible. En ese momento, ese hombre era Guillermo Cañedo.
Pero Azcárraga Vidaurreta estaba furioso, y enojado con Zamacona porque, según él, había mal aconsejado a su hijo, pero sobre todo estaba irritado con Emilio Jr. por su incompetencia, su falta de liderazgo y su irremediable costumbre de no enfocar su atenci
Uno de estos cuentos en particular sirvió como modelo: el de Cenicienta. El cuento sentaba las bases del éxito de la telenovela como pasatiempo de las masas, éxito que se materializó en historias como María Isabel y Yesenia.
Con su creación de la Concacaf (la Confederación de Futbol de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe, afiliada a la FIFA), a principios de los sesenta, Cañedo logró formalizar la posición de México como tiburón en pecera, ya que el equipo no tendría que preocuparse jamás por competir contra alguno de los grandes equipos sudamericanos para poder calificar; sólo tendría que vérselas con equipos menores como el de El Salvador y el de Haití. (Cañedo no imaginó que incluso esto llegaría a representar un reto para el equipo.) Como resultado, TSM tenía la promesa de que cada cuatro años disfrutaría de cantidades fabulosas de telespectadores y enormes utilidades por concepto de publicidad.
Además, su capacidad para conservar el timón de la compañía, con la participación de la familia Azcárraga reducida a una posición minoritaria por la fusión, dice mucho acerca de una cualidad esencial para un liderazgo: una personalidad arrolladora.
Sin embargo, Azcárraga no guardaba resentimientos de por vida; la magnanimidad era cualidad de príncipes, así que al poco tiempo permitió el regreso del hijo mayor de De Llano como productor independiente.
La nueva empresa, resultado de la fusión, quedó oficialmente constituida el 8 de enero de 1973. Para entonces, Azcárraga Milmo había abandonado la idea de llamarla Telemexicana. En su lugar y como un reflejo de sus ambiciosos planes para el nuevo consorcio, la llamó Televisión Vía Satélite. Al poco tiempo se le conocía mejor por el acrónimo de las palabras que formaban dicho nombre: Televisa.
Por naturaleza, Emilio Jr. era tan autocrático como su padre. Tendía a gobernar por decreto; a sus órdenes se les conocía como
Como lo había hecho con De Llano y Delgado Parker, Azcárraga creía que era mejor resolver los problemas con un hacha en vez de con bisturí. Ésa era la forma tanto para poner orden como para fortalecer su autoridad.
Azcárraga se enorgullecía de recorrer las instalaciones de San Ángel con visitantes extranjeros, a quienes impresionaba con la familiaridad con que trataba a sus empleados y su capacidad de recordar sus nombres.
En 1993 Forbes confirmaba lo que ya se sugería en 1992: El Tigre era, sin lugar a dudas, el empresario más rico de Latinoamérica. También era el decimonoveno hombre más rico del mundo. La revista calculaba su riqueza familiar en 5.1 mil millones de dólares, casi el doble de lo estimado el año anterior. Azcárraga, sin embargo, se molestaba por el listado. No le gustaba este tipo de publicidad. Y aseguraba que podía nombrar a 20 políticos codiciosos de América Latina que debían estar en la lista, empezando por Luis Echeverría.
La andanada no se hizo esperar. De inmediato y durante varias semanas los comentaristas criticaron severamente a Azcárraga por sus opiniones sobre su teleauditorio. Ignorando el tono chusco de mucho de lo que había dicho, y asumiendo que su frase de “clase modesta muy jodida” había tenido una intención despectiva más que de pena o conmiseración, se le reprocharon acremente su arrogancia y su actitud de explotador de los pobres. Tan grande fue la censura que Miguel Sabido le dijo que era importante publicar una aclaración, pero Azcárraga se negó como de costumbre: “Nunca doy explicaciones
Emilio invitó a Rupert y a su esposa a cenar en su casa de Los Ángeles y también a visitar los estudios de San Ángel, donde Murdoch quedó impresionado por las instalaciones al estilo del viejo Hollywood, por la relación de Emilio con sus empleados y, sobre todo, por el alcance del monopolio de Televisa y su absoluto grado de control.
Un verano, ambos coincidieron en algún puerto del Mediterráneo; Azcárraga en el Eco y Murdoch en su más modesto Morning Glory. Emilio invitó a Rupert a subir a bordo y lo convenció de firmar un convenio de coproducción. Su argumento era que las telenovelas de un tipo ya funcionaban bien en Estados Unidos, pero que se podían producir mucho más baratas en sus instalaciones de San Ángel y que tendrían gran éxito si se programaban como barra en Estados Unidos. Rupert mordió el anzuelo. Como Emilio ya tenía una empresa llamada ECO, sugirió que el nuevo proyecto llevara el nombre del yate de Murdoch. Por lo tanto, Morning Glory Productions arrancó en el otoño de 1993. Casi un año después, luego de que varios libretos y pruebas piloto de Televisa no lograron impresionar a los ejecutivos de Fox, empezó la grabación de la desafortunada novela The Crystal Empire
Adriana trataba a Emilio más juguetonamente que con respeto. Insistía en sentarse en sus piernas, jugaba a las luchas con él y le hacía bromas frente a sus amigos. Después de que toda su vida había recibido un trato obsequioso de la gente, Emilio parecía sentirse atraído por ese estilo desenfadado de Adriana. Ella lo animaba a hacer ejercicio, le enseñó a bucear y practicaban juntos el esquí y los aeróbicos. Emilio le compró una Harley Davidson para que pudieran pasear juntos. En una o dos ocasiones, acompañados por un grupo de guardaespaldas, fueron a bailar a un centro nocturno de la ciudad de México; tanta era la disposición de Emilio para complacerla. Conforme más se adaptaba, más se calmaba.
Desde tiempo atrás, Azcárraga decía que la televisión tenía su propio lenguaje, que comunicaba con más rapidez, con mayor eficacia y de manera más internacional que la palabra escrita. A juzgar por los resultados comerciales, la trilogía de las Marías de Pimstein y Thalía fue la forma más evolucionada del lenguaje televisivo de Azcárraga.
Algunos asistentes afirmaron que Emilio Azcárraga y Adriana Abascal fueron dos de los bailadores más activos durante la recepción. Era como si El Tigre se negara a aceptar su propia enfermedad. Y en realidad no habló de sus dolencias con los que estaban a su alrededor. Al igual que había hecho con Julio Iglesias, se despidió de sus amigos y empleados de una manera implícita. Sólo aquellos más perceptivos comprendían que había un adiós definitivo en sus palabras.
En Nueva York, visitó las oficinas de Univisa. Los gerentes estaban cerrando una reunión cuando Azcárraga entró sin anunciarse. Todos permanecieron de pie mientras Emilio ofrecía un discurso de 20 minutos acerca del material que exportaba Televisa y cómo llevaba diversión a aquellos que vivían en la pobreza y bajo regímenes autoritarios. “Si el discurso hubiera tenido un título, sería: ‘Cómo Televisa lleva libertad al mundo’ ”, acotaría sarcásticamente uno de los presentes.
De vuelta a México, Azcárraga acudió a una última comida con sus más altos ejecutivos. Al final, les dijo que había mucho trabajo por hacer. “Estoy muy dolido por la muerte de Guillermo. Y estoy muy dolido por la muerte de Othón. Pero ya me siento bien y le vamos a dar batalla a la competencia. La competencia no es TV Azteca, esa pinche cosita, sino Time Warner, es Disney...”
En suma, Televisa 2000 era, más que un programa de reducción de costos, un cambio de actitud corporativa.
A través de una combinación de trabajo arduo y optimismo, de sólidos consejos de amigos, la lealtad de ejecutivos talentosos y una mano de Carlos Slim y del presidente Zedillo, el tercer Emilio Azcárraga pasó los primeros tres años de su reinado reviviendo las fortunas de su imperio de medios. Rara vez dio un paso equivocado.
“Sí, eso es opio, pero es buen opio”, dijo Miguel Alemán Velasco en 1973, con respecto a las telenovelas de Televisa. De todas las citas entretejidas en Televisa. El Quinto Poder, el estudio seminal sobre Televisa coordinado por Raúl Trejo Delarbre, sobresale la de Alemán, entonces vicepresidente ejecutivo de la empresa. El comentario parece sintetizar el papel social que desempeñó Televisa bajo el reinado de Emilio Azcárraga Milmo y denota una arrogancia elitista y paternalista hacia el público y evoca la avalancha de críticas que siempre se han hecho sobre su programación. Pero en esa frase está implícita la noción de que los hombres y las mujeres de América Latina, en su mayoría mal remunerados, tienden a trabajar largas jornadas en empleos poco estimulantes y físicamente agobiantes. Por lo tanto exigen que sus televisores les ofrezcan música, comedia, temas fantasiosos y melodrama. Televisa sí ha cumplido con estas exigencias.
Destacan varias tendencias, y la división entre los sexos es la más evidente. En las novelas, las mujeres tenían que soportar todo tipo de sufrimientos si se desviaban del camino de la inocencia sexual, mientras que los hombres eran absueltos de sus deslices gracias a una simple confesión. Las villanas parecían mucho más villanescas gracias al exceso de maquillaje, los grandes escotes y las minifaldas apretadas. Este código de vestimenta, basado en la idea de que “el sexo vende”, fue utilizado para muchas intérpretes femeninas en Siempre en Domingo
Raúl Velasco solía decir que no presentaba grupos de rock porque el rock no era para la familia, pero desde la década de los ochenta no tuvo objeción en entretener a las familias de América Latina exhibiendo un creciente número de mujeres con bustos operados, que difícilmente podían ser contenidos por los bikinis, y con hot pants varias tallas más pequeñas de lo adecuado.
Cuando el jefe te llamaba “pendejo” o “cabrón” o “medio maricón”, significaba que eras uno de los suyos, que le caías bien y que confiaba en ti. Si no le agradabas, te hablaba de “usted”
Ser percibido como un tigre inmisericorde, de sangre fría, le ayudaba a intimidar a los empresarios antes de sentarse con ellos a la mesa para negociar y, como consecuencia, la gente frecuentemente salía de esas reuniones aún más impresionada por su encanto personal.
Pese a haber sido el hijo caprichoso de un prominente hombre de negocios, que se creía destinado a ser mediocre, acabó con todas esas predicciones al convertirse en un hombre aún más rico y poderoso que su propio padre.
“Es de los pocos herederos que derrotaron el fatalismo del júnior. De los pocos que desarrollaron y ampliaron la herencia porque, en general, tienden a empobrecerla"
La pregunta que surge, sin embargo, es si la asombrosa expansión de su empresa fue resultado de su visión y su afinado olfato para los negocios, o si lo logró en vista de la ausencia de una competencia local y, en general, de las circunstancias favorables en las que se desarrolló y que fueron otorgadas por el sistema.
No le gustaba que le dieran las gracias, y menos cuando el agradecimiento era emotivo, porque lo desconcertaba totalmente.
Generalmente era un príncipe entre los hombres, pero cuando le convenía era un hombre del pueblo.
La verdad es que detrás de esa fachada había un hombre muy reservado que evitaba las entrevistas formales —con excepciones ocasionales a medios estadounidenses— y casi nunca hablaba de sus sentimientos, ni con sus amigos.
Fascinaba, atraía casi a todos los que lo conocían por primera vez.
Como le gustaba decir a sus ejecutivos: “Un auténtico empresario siempre tiene más proyectos que dinero"
Desde su monárquica percepción del mundo la supervisión diaria era cosa de los subalternos. Él estaba —o así lo sentía— muy ocupado diseñando nuevos negocios como para mantenerse estrechamente involucrado en las minucias de la construcción del estadio.
Azcárraga sabía no sólo lo que unas frases personales significaban para ciertos empleados, sino lo efectivas que resultaban si se pronunciaban rara vez pero con él.
Es fácil para los ricos dar cosas materiales, pero es muy difícil que cedan parte de su tiempo; Azcárraga daba ambas cosas. Con frecuencia estaba dispuesto a escuchar y a condolerse cuando sus empleados sufrían alguna crisis personal.
Aunque no hay duda de que era hombre del sistema, Azcárraga nunca le hizo la corte a los funcionarios. Hablaba con los presidentes de tú a tú y sus asuntos los trataba con la primera línea del gabinete, no con ceremonia ni reverencia, sino como si estuviera cerrando un negocio más con algún socio o cliente, y en cierta medida así era: Televisa servía al sistema y el sistema servía a Televisa.
La empresa de Emilio Azcárraga ha sido la principal influencia en las actitudes culturales, políticas y económicas de la mayoría de la población mexicana.
¿Tuvo algún otro mexicano mayor influencia en la sociedad, la política y la cultura de su país en la segunda mitad del siglo XX? Hasta ahora la evidencia muestra que no.
Pero la espinita de saber que los estadounidenses consideraban a México como un país atrasado siempre lo acompañó. Se consolaba al pensar que si se le daba la oportunidad, un mexicano podía tener éxito en el mundo real —el mundo de los negocios— igual que cualquier estadounidense; su padre era una prueba de eso, y algún día él también lo sería.
Cuarenta años después de la muerte de Gina, Emilio opinaría que la pasión era lo más poderoso que existía, pero no creía en la felicidad; la felicidad va y viene, diría.
Éste fue, entonces, el ambiente en el que Emilio Jr. fue educado como hombre de negocios: una empresa que podía determinar libremente los precios a sus anunciantes y las condiciones laborales de los empleados (con el apoyo de un sindicato “blanco”), que disfrutaba de una ventajosa relación con el gobierno, que probablemente enfrentó menos barreras para su crecimiento a nivel nacional que cualquier otro grupo en su ramo en el mundo y, finalmente, que consideraba la competencia como propicia para inducir pérdidas. En otras palabras, Azcárraga Milmo fue preparado desde muy joven para ser un monopolista.
Don Emilio pensaba que la única forma en que su hijo maduraría, sería si empleaba más energía detrás del escritorio y menos en bares y alcobas.
Una ocasión, don Emilio explicó esta estricta actitud a un amigo: “A mi hijo le exijo mucho por dos razones: porque es Emilio y porque es Azcárraga”
Ese mismo año, junto con 20 jóvenes de familias adineradas, Emilio y Othón se convirtieron en miembros fundadores del Club de los 22. Por iniciativa de Miguel Alemán Velasco, los miembros (14 de los cuales acompañaban su apellido con el sufijo “Jr.”) firmaron un acuerdo para definir el club como “una unión moral de amistad que el día de mañana servirá para que todo este Grupo de Amigos triunfe en la vida
La mayoría de los amigos de Emilio Jr. tenían con él una relación de negocios.
La solución al reto fue la telenovela. Este formato tenía poco que ver con los teleteatros; en la mayoría de los casos, su contenido y su estilo no se relacionaban con obras literarias. Más bien, la telenovela surgió de la radio, específicamente de la radio cubana de los años treinta y cuarenta. Las radionovelas adoptaron el estilo melodramático de los novelistas del siglo XIX, como Charles Dickens y Honoré de Balzac, y de las radionovelas estadounidenses de los años treinta, creadas por grandes empresas para promover sus productos.
Hay registros de que las radionovelas eran populares entre los propietarios de las tabacaleras cubanas, quienes se dieron cuenta de que estas historias eran un instrumento para mantener contentos a sus empleados mientras trabajaban. Naturalmente, el formato de cinco días a la semana de las novelas aseguraba que los trabajadores, muy pobres para tener un aparato de radio propio, no quisieran faltar a la fábrica ni un día
Las Cenicientas de televisión generalmente vivían en la pobreza sólo los primeros episodios; los Azcárraga pensaban que los pobres no prendían el televisor para verse reflejados en él.
México era —y sigue siendo—un semillero natural para el darwinismo social, debido a las tensiones surgidas de la herencia española e indígena del pasado.
Entonces Emilio hizo algo que se convertiría en un sello de su estilo: contratar al mejor hombre disponible. En ese momento, ese hombre era Guillermo Cañedo.
Pero Azcárraga Vidaurreta estaba furioso, y enojado con Zamacona porque, según él, había mal aconsejado a su hijo, pero sobre todo estaba irritado con Emilio Jr. por su incompetencia, su falta de liderazgo y su irremediable costumbre de no enfocar su atenci
Uno de estos cuentos en particular sirvió como modelo: el de Cenicienta. El cuento sentaba las bases del éxito de la telenovela como pasatiempo de las masas, éxito que se materializó en historias como María Isabel y Yesenia.
Con su creación de la Concacaf (la Confederación de Futbol de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe, afiliada a la FIFA), a principios de los sesenta, Cañedo logró formalizar la posición de México como tiburón en pecera, ya que el equipo no tendría que preocuparse jamás por competir contra alguno de los grandes equipos sudamericanos para poder calificar; sólo tendría que vérselas con equipos menores como el de El Salvador y el de Haití. (Cañedo no imaginó que incluso esto llegaría a representar un reto para el equipo.) Como resultado, TSM tenía la promesa de que cada cuatro años disfrutaría de cantidades fabulosas de telespectadores y enormes utilidades por concepto de publicidad.
Además, su capacidad para conservar el timón de la compañía, con la participación de la familia Azcárraga reducida a una posición minoritaria por la fusión, dice mucho acerca de una cualidad esencial para un liderazgo: una personalidad arrolladora.
Sin embargo, Azcárraga no guardaba resentimientos de por vida; la magnanimidad era cualidad de príncipes, así que al poco tiempo permitió el regreso del hijo mayor de De Llano como productor independiente.
La nueva empresa, resultado de la fusión, quedó oficialmente constituida el 8 de enero de 1973. Para entonces, Azcárraga Milmo había abandonado la idea de llamarla Telemexicana. En su lugar y como un reflejo de sus ambiciosos planes para el nuevo consorcio, la llamó Televisión Vía Satélite. Al poco tiempo se le conocía mejor por el acrónimo de las palabras que formaban dicho nombre: Televisa.
Por naturaleza, Emilio Jr. era tan autocrático como su padre. Tendía a gobernar por decreto; a sus órdenes se les conocía como
Como lo había hecho con De Llano y Delgado Parker, Azcárraga creía que era mejor resolver los problemas con un hacha en vez de con bisturí. Ésa era la forma tanto para poner orden como para fortalecer su autoridad.
Azcárraga se enorgullecía de recorrer las instalaciones de San Ángel con visitantes extranjeros, a quienes impresionaba con la familiaridad con que trataba a sus empleados y su capacidad de recordar sus nombres.
En 1993 Forbes confirmaba lo que ya se sugería en 1992: El Tigre era, sin lugar a dudas, el empresario más rico de Latinoamérica. También era el decimonoveno hombre más rico del mundo. La revista calculaba su riqueza familiar en 5.1 mil millones de dólares, casi el doble de lo estimado el año anterior. Azcárraga, sin embargo, se molestaba por el listado. No le gustaba este tipo de publicidad. Y aseguraba que podía nombrar a 20 políticos codiciosos de América Latina que debían estar en la lista, empezando por Luis Echeverría.
La andanada no se hizo esperar. De inmediato y durante varias semanas los comentaristas criticaron severamente a Azcárraga por sus opiniones sobre su teleauditorio. Ignorando el tono chusco de mucho de lo que había dicho, y asumiendo que su frase de “clase modesta muy jodida” había tenido una intención despectiva más que de pena o conmiseración, se le reprocharon acremente su arrogancia y su actitud de explotador de los pobres. Tan grande fue la censura que Miguel Sabido le dijo que era importante publicar una aclaración, pero Azcárraga se negó como de costumbre: “Nunca doy explicaciones
Emilio invitó a Rupert y a su esposa a cenar en su casa de Los Ángeles y también a visitar los estudios de San Ángel, donde Murdoch quedó impresionado por las instalaciones al estilo del viejo Hollywood, por la relación de Emilio con sus empleados y, sobre todo, por el alcance del monopolio de Televisa y su absoluto grado de control.
Un verano, ambos coincidieron en algún puerto del Mediterráneo; Azcárraga en el Eco y Murdoch en su más modesto Morning Glory. Emilio invitó a Rupert a subir a bordo y lo convenció de firmar un convenio de coproducción. Su argumento era que las telenovelas de un tipo ya funcionaban bien en Estados Unidos, pero que se podían producir mucho más baratas en sus instalaciones de San Ángel y que tendrían gran éxito si se programaban como barra en Estados Unidos. Rupert mordió el anzuelo. Como Emilio ya tenía una empresa llamada ECO, sugirió que el nuevo proyecto llevara el nombre del yate de Murdoch. Por lo tanto, Morning Glory Productions arrancó en el otoño de 1993. Casi un año después, luego de que varios libretos y pruebas piloto de Televisa no lograron impresionar a los ejecutivos de Fox, empezó la grabación de la desafortunada novela The Crystal Empire
Adriana trataba a Emilio más juguetonamente que con respeto. Insistía en sentarse en sus piernas, jugaba a las luchas con él y le hacía bromas frente a sus amigos. Después de que toda su vida había recibido un trato obsequioso de la gente, Emilio parecía sentirse atraído por ese estilo desenfadado de Adriana. Ella lo animaba a hacer ejercicio, le enseñó a bucear y practicaban juntos el esquí y los aeróbicos. Emilio le compró una Harley Davidson para que pudieran pasear juntos. En una o dos ocasiones, acompañados por un grupo de guardaespaldas, fueron a bailar a un centro nocturno de la ciudad de México; tanta era la disposición de Emilio para complacerla. Conforme más se adaptaba, más se calmaba.
Desde tiempo atrás, Azcárraga decía que la televisión tenía su propio lenguaje, que comunicaba con más rapidez, con mayor eficacia y de manera más internacional que la palabra escrita. A juzgar por los resultados comerciales, la trilogía de las Marías de Pimstein y Thalía fue la forma más evolucionada del lenguaje televisivo de Azcárraga.
Algunos asistentes afirmaron que Emilio Azcárraga y Adriana Abascal fueron dos de los bailadores más activos durante la recepción. Era como si El Tigre se negara a aceptar su propia enfermedad. Y en realidad no habló de sus dolencias con los que estaban a su alrededor. Al igual que había hecho con Julio Iglesias, se despidió de sus amigos y empleados de una manera implícita. Sólo aquellos más perceptivos comprendían que había un adiós definitivo en sus palabras.
En Nueva York, visitó las oficinas de Univisa. Los gerentes estaban cerrando una reunión cuando Azcárraga entró sin anunciarse. Todos permanecieron de pie mientras Emilio ofrecía un discurso de 20 minutos acerca del material que exportaba Televisa y cómo llevaba diversión a aquellos que vivían en la pobreza y bajo regímenes autoritarios. “Si el discurso hubiera tenido un título, sería: ‘Cómo Televisa lleva libertad al mundo’ ”, acotaría sarcásticamente uno de los presentes.
De vuelta a México, Azcárraga acudió a una última comida con sus más altos ejecutivos. Al final, les dijo que había mucho trabajo por hacer. “Estoy muy dolido por la muerte de Guillermo. Y estoy muy dolido por la muerte de Othón. Pero ya me siento bien y le vamos a dar batalla a la competencia. La competencia no es TV Azteca, esa pinche cosita, sino Time Warner, es Disney...”
En suma, Televisa 2000 era, más que un programa de reducción de costos, un cambio de actitud corporativa.
A través de una combinación de trabajo arduo y optimismo, de sólidos consejos de amigos, la lealtad de ejecutivos talentosos y una mano de Carlos Slim y del presidente Zedillo, el tercer Emilio Azcárraga pasó los primeros tres años de su reinado reviviendo las fortunas de su imperio de medios. Rara vez dio un paso equivocado.
“Sí, eso es opio, pero es buen opio”, dijo Miguel Alemán Velasco en 1973, con respecto a las telenovelas de Televisa. De todas las citas entretejidas en Televisa. El Quinto Poder, el estudio seminal sobre Televisa coordinado por Raúl Trejo Delarbre, sobresale la de Alemán, entonces vicepresidente ejecutivo de la empresa. El comentario parece sintetizar el papel social que desempeñó Televisa bajo el reinado de Emilio Azcárraga Milmo y denota una arrogancia elitista y paternalista hacia el público y evoca la avalancha de críticas que siempre se han hecho sobre su programación. Pero en esa frase está implícita la noción de que los hombres y las mujeres de América Latina, en su mayoría mal remunerados, tienden a trabajar largas jornadas en empleos poco estimulantes y físicamente agobiantes. Por lo tanto exigen que sus televisores les ofrezcan música, comedia, temas fantasiosos y melodrama. Televisa sí ha cumplido con estas exigencias.
Destacan varias tendencias, y la división entre los sexos es la más evidente. En las novelas, las mujeres tenían que soportar todo tipo de sufrimientos si se desviaban del camino de la inocencia sexual, mientras que los hombres eran absueltos de sus deslices gracias a una simple confesión. Las villanas parecían mucho más villanescas gracias al exceso de maquillaje, los grandes escotes y las minifaldas apretadas. Este código de vestimenta, basado en la idea de que “el sexo vende”, fue utilizado para muchas intérpretes femeninas en Siempre en Domingo
Raúl Velasco solía decir que no presentaba grupos de rock porque el rock no era para la familia, pero desde la década de los ochenta no tuvo objeción en entretener a las familias de América Latina exhibiendo un creciente número de mujeres con bustos operados, que difícilmente podían ser contenidos por los bikinis, y con hot pants varias tallas más pequeñas de lo adecuado.