Me contó que luego de alojarse en su hotel, inmediatamente fueron a visitar el Museo de las Momias, pues era prácticamente la razón y la ilusión por la cual visitaban la ciudad.
Mientras recorrían los pasillos y las galerías, maravillados y al mismo tiempo horrorizados por la exhibición de gente momificada del museo, notaron que uno de los chavos del grupo (digamos, el más excéntrico de ellos) sacó una navaja y comenzó a cortarle las nalgas a varias de las momias.
En aquel tiempo, el Museo no tenía las medidas de seguridad que hoy en día tiene, y las momias estaban ahí todas a la intemperie.
Dice mi papá que él y sus otros amigos ya sabían que éste vato estaba raro, por eso no le tomaron mucha importancia cuando vieron que el wey cortaba pedazos de nalgas a las momias cuando los de seguridad no los vigilaban y las guardaba en bolsas.
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