Así, los lobos dejaron que nuestra especie fuese responsable de encabezar la cacería y fueron dócil compañía que apoyaba la caza realizada por clanes de nuestros antepasados.
A cambio de ésta mansedumbre, las comidas de los lobos serían más regulares y tendrán más crías que heredarían la disposición de los padres, además de aumentar sus probabilidades de supervivencia bajo la custodia de los primeros humanos.
Este comportamiento se reforzó cada generación hasta que esa línea de lobos evolucionó. La teoría nos dice que fué así como nacieron los perros domésticos.
El atributo de la "ternura" se convirtió, para los nuevos perros, en ventaja selectiva, por no decir estrategia evolutiva, pues mientras más confiable y "tierno" fuese un perro, mayor su oportunidad de sobrevivir y transmitir sus genes.
Podemos concluír entonces que lo que inició como alianza de conveniencia, se convirtió en amistad, la cual ha perdurado hasta nuestros tiempos.
Milenios después, y suponiendo que ésta teoría propuesta sea confirmada, puedo afirmar con toda seguridad que el perro sigue domesticando al humano.