- Carl Jung
La semana pasada fuí a ver esa película de romance que ha estado tan en voga éste verano; Me Before You.
Como probablemente, querido lector, ya debes tener una idea del tipo de persona que soy al escribir cosas no tan políticamente correctas (revisa un ejemplo aquí), entonces te diré que ésta ocasión no será la excepción en la que me abstenga de comentar que simplemente no pude digerir 110 minutos de propaganda pro-euthanasia disfrazada de una historia cursi y aderezada con protagonistas jóvenes y guapos.
Sorry por lo del spoiler sobre la euthanasia... Sí, de eso se trata toda la película: Louise Clark (Interpretado por Emilia Clarke, de quien al parecer los escritores tuvieron mucho bloqueo creativo al no esforzarse por alterar mucho su apellido) se entera que el jóven magnate, Will Traynor, para el cual trabaja y quien se encuentra bajo sus cuidados luego de sufrir un accidente que le dejó cuadraplégico, ha decidido terminar su vida en un centro de euthanasia y suicidio asistido de Dignitas, al no poder soportar el resto de sus días en silla de ruedas. Louise toma la decisión de hacerle cambiar de parecer a Will y mostrarle que vale la pena vivir, enamorándose uno del otro en el proceso.
Al final de la película, Will no cambia su decisión y procede a terminar con su vida en presencia de sus seres queridos, a pesar de lo mucho que dice amar a Louise, por lo que insta a la chica a vivir su vida con plenitud (Ironías del cine) en una carta póstuma acompañada de una herencia jugosa destinada a pagar sus estudios universitarios y viajar por el mundo. ¡Quién fuera Louise!.
O sea, que finalmente, el posmodernismo y el progresivismo triunfaron sobre el amor hollywoodesco, ¡Qué pena!.
Me queda claro con ésta y muchas otras películas que me vienen a la mente sobre el tema de la euthanasia (Gattaca, Million Dollar Baby, Mar Adentro, etc.) que el mensaje de Hollywood es obvio: ¿Para qué esforzarnos en desarrollar avances e innovación en la medicina y ciencias de la salud? Cuando bien podemos simplemente irnos por la vía rápida, ahorrarnos la lana y cesar el sufrimiento de los pacientes terminales con la muerte asistida.
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Cabe recalcar que e incluso en años recientes, un número creciente de personas sanas están optando por terminar con sus vidas por medio de la euthanasia y el suicidio asistido bajo el argumento de que se encuentran "Cansados de la vida" (Weariness of Life) y desean ejercer su "Derecho a Morir".
El debate y mi postura sobre la euthanasia y el "Derecho a Morir" quedarán para otro post, aunque con esos datos, espero haber sacado a la luz una realidad sobre el cine contemporáneo que probablemente desconocías, querido lector, pues visto desde otra perspectiva, Hollywood es todo un complejo industrial de adoctrinamiento.
El asunto es que esa misma película me hizo reflexionar sobre una historia que leí hace tiempo... De igual manera tratándose de Hollywood y películas.
Probablemente, querido lector, no recuerdes la película Billy Jack, dirigida y protagonizaba Tom Laughlin. Dicha película y sus secuelas han pasado de largo en la industria fílmica, pero Laughlin se encuentra muy activo en otros rubros, pues en adición a su trabajo como actor, él se ha desarrollado como conferencista y psicólogo Junguiano, cuya especialidad es trabajar con personas que han sido diagnosticadas con cáncer.
He aquí una frase que Laughlin repite en cada uno de sus talleres, y que vale la pena citar, en total contraposición a la postura de Me Before You:
En el momento en el que una persona se entera que tiene cancer terminal, un cambio profundo da lugar en su mentalidad.
Es justo en la oficina del doctor en el que el paciente se vuelve consciente de lo que realmente le importa. Aquellas cosas que 60 segundos antes parecían importantes, inmediatamente pierden sentido, mientras que aquellas cosas que habían permanecido postergadas durante mucho tiempo, como las personas y los verdaderos intereses, de pronto cobran una importancia suprema.
El paciente se dá cuenta que quizás trabajar durante ese fin de semana en ese gran negocio en la oficina no es del todo vital. Quizás es más importante volar a través de todo el país para llegar a la graduación del nieto.
Quizás ya no es tan crucial tener la última palabra en una discusión con el cónyugue. Quizás ahora es más importante decirle lo mucho que su pareja significa y cuánto amor le ha tenido.
Otros pensamientos cruzan por la mente de un paciente diagnosticado como terminal. ¿Dónde quedó el don que tenía para la música?, ¿Qué sucedió con la pasión que alguna vez sentí para trabajar con el enfermo y el desamparado?.
Tom Laughlin se pregunta así mismo: ¿Por qué esas vidas no vividas regresan de pronto con tanto poder y de manera tan conmovedora de cara a la muerte?. El mismo actor convertido en psicólogo ofrece una respuesta sencilla: Consciente de la inminente extinción, todos los supuestos hasta ese momento son llamados a ser cuestionados.
¿Qué significa mi vida?, ¿La he vivido bien?, ¿Habrán algunos asuntos vitales que he dejado sin atender?, ¿Palabras cruciales que no he dicho?.
¿Será demasiado tarde?.
Tom Laughlin dibuja un diagrama del psique, un modelo derivado en la teoría Junguiana que se ve más o menos así:
El SuperYo (Self), como Jung lo definió, es una entidad mayor, la cual incluye el Ego pero también incorpora partes de la INconsciencia personal y colectiva.
Los “Sueños” e “Intuiciones” provienen de esa parte llamada SuperYo, en donde también yacen los arquetipos del subconsciente. Es, como Jung lo escribía, la esfera del alma.
En base a lo anterior, Tom Laughlin propone lo siguiente: Sucede que en el instante en el que sabemos que vamos a morir pronto, es cuando el volante del automóvil de nuestro consciente cambia totalmente, pues se produce un movimiento del Ego al SuperYo.
En el momento en el que el SuperYo toma control, el mundo se vuelve enteramente nuevo, ya que comenzaremos a discernir lo que es realmente importante, las preocupaciones superficiales desaparecen y son reemplazadas por una perspectiva más profundamente arraigada.
Precisamente ésta es la manera en la que Laughlin combate el cancer; él no solamente aconseja a sus clientes a provocarse ese movimiento mental (del Ego al SuperYo), sino también los insta a que salgan a vivir sus vidas.
A la ama de casa le sugiere resumir su carrera en servicio social; al hombre de negocios le urge a regresar al violín, y al veterano de Vietnam le asiste en escribir su novela.
El resultado es que en no pocos casos, el cáncer se va a remisión. La gente milagrosamente se recupera.
Finalmente, Tom Laughlin pregunta: ¿Cabrá la posibilidad de que la enfermedad por sí misma haya evolucionado como consecuencia de las acciones tomadas (o no tomadas) de nuestras vidas?
¿Podría ser que nuestra vida no vivida haya tomado venganza en contra de nosotros en la forma de cáncer?
Y de ser así, ¿Podemos curarnos a nosotros mismos, hoy, viviendo nuestra vida?
(Digo, no es que tenga nada de malo viajar; al contrario, es la fuente más poderosa de vida y cultura y todos deberíamos estar obligados a pasar un tiempo en un país distante que no sea USA al menos una vez en la vida. Tampoco los grandes negocios tienen algo de malo, puesto que si estás en ésta tierra y no deseas mejorar tu condición económica, mal por tí. Pero prosigamos con el relato.)
A Will simplemente no le importó la postura de sus padres en su lecho de muerte, ni los esfuerzos de Louise por intentar hacerle cambiar de parecer. Will deseó morir y llevar a cabo su férrea voluntad de manera egoísta, dándonos el mensaje de que el Ego, el YO, es lo que importa.
(De hecho, supongo que esa es precisamente la razón por la cual le dieron ese título a la película, Yo Antes de Tí, en lugar de Tú Antes de Yo.)
Tom Laughlin, persona no ficticia, nos ofrece el mensaje de que sin importar que padezcamos una enfermedad terminal o no, existe evidencia de que resumir nuestra "Vida no Vivida" nos ofrece una oportunidad de recorrer éste viaje con plenitud si tan sólo nos permitimos accesar al SuperYo; de que hacer las paces con nuestro pasado nos ofrece una oportunidad de sanar y terminar bien nuestra vida.
¿Con cuál de los dos mensajes te quedas, querido lector?
Ricardo "Koly" Siller